Las autolesiones han ocurrido desde mucho tiempo atrás pero durante estos últimos años el cutting ha tomado más popularidad, siendo este último una forma de autolesión y no un fenómeno aislado, este articulo piensa centrarse en las autolesiones en general ya que las definiciones, características y tratamientos están dirigidos a toda persona que se auto influye daño de cualquier forma siendo el cutting una de ellas.
¿Qué es la autolesión?
Los definimos como la mutilación deliberada del cuerpo o de una parte del cuerpo, no con la intención de cometer suicidio, sino como la forma de manejar emociones que parecen demasiado dolosas para que las palabras las expresen. Puede incluir cortar la piel o quemarla, hacernos moretones a uno mismo a través de un accidente premeditado. También puede ser rascar la piel hasta que sangra o interferir la curación de heridas.
Es una forma de expresión
Por lo general el paciente se siente triste, vacío, tiene dificultades para identificar sentimientos y expresarlos, suele mezclar y confundir emociones, no sabe si es normal sentirse así o no. Las dudas le invaden y esto hace que empiece a buscar formas de manejarlo, métodos que le permitan hacer frente a este caos.
Para muchos pacientes con este problema, la autolesión puede ser vista como una “amiga” a la que se puede recurrir en cualquier momento del día, una salida inmediata a una carga emocional demasiada pesada e intensa para ser tolerada.
En muchas de estas personas, la forma de percibirse es muy variable y, por lo tanto, también lo es su visión de las acciones lesivas. Muchos saben que es dañina; otros creen que es solo asunto suyo y que no están haciendo daño a nadie. Otros, aun sabiendo que es algo “extraño” y queriendo dejar de hacerlo, se sienten incapaces de parar, atraídos irrefrenablemente por la necesidad de cortarse, quemarse o golpearse. Otros fantasean o aspiran a hacer evidente la necesidad de ayuda que se ven incapaces de verbalizar. Por ejemplo: “Si me ven esta quemadura seguro que me preguntan, se dan cuenta de lo mal que estoy y me ayudan y entienden mejor”.
Se puede decir que, al no haber adquirido habilidades adaptativas para calmarse y controlar el estrés y frustración, el autolesivo recurre a la acción pues es más fácil que intentar comprender y expresar lo que siente (difícilmente podrá expresarlo cuando el mismo no sabe que ocurre en su interior ni por qué siente con semejante intensidad).
Es importante tener presente que la acción conlleva alivio, mientras que verbalizar y compartir requiere un esfuerzo tremendo y un repertorio de habilidades de las que carece la persona, que recurre a la acción como forma de comunicación. El objetivo es poner fin al dolor y al sufrimiento que siente en su interior, el caos y la confusión que retumban en su cabeza; frenar los pensamientos dolorosos, la incertidumbre, la confusión. Cualquier otra forma de expresión emocional se convierte en una tarea impensable para la persona, que al no haber desarrollado los recursos necesarios, tendera a repetir este nuevo comportamiento. De tal forma, este nuevo comportamiento se convierte en el recurso que mejor funciona, por lo que la probabilidad de que piense o recurra a conductas adaptativas será pequeña sin la intervención de un profesional que le ayude a comprender sus comportamientos y a pensar en nuevas alternativas más funcionales y positivas.
La autolesión y el suicidio
Algunas personas confunden los términos “autolesion” y “suicidio” o los diferencian, pero confunden la intención de ambos. Muchas de las personas que se autolesionan no quieren morir; de hecho , su conducta las ayuda a tolerar mejor el sufrimiento y a disminuir sus deseos de morir. Si las emociones no son manejadas de esa forma, al no disponer de otros recursos más adaptativos, las posibilidades de que la persona quiera o intente morir aumentaran notablemente.
Es importante prestar atención al paciente y a sus conductas desadaptativas, pues el sufrimiento psicológico puede llegar a extremos en los que la persona sienta, que ya no puede más y en lugar de autolesionarse opte por el suicidio sin que la situación se le haya “ido de las manos”. Esto generalmente está presente en algunos casos en los que la persona presenta no solo una dificultad para gestionar sus recursos y capacidades sino también algún tipo de patología más compleja (depresión mayor, trastornos de la personalidad, etc.), en donde autolesión e intentos de suicidio pueden coincidir en cuanto a la forma (por ejemplo, tomarse tres pastillas para desconectar o tomarse un bote de pastillas para matarse) y son difíciles de discriminar si no profundizamos en las intenciones de la persona, aunque siguen teniendo matices diferentes y responden a motivos diferentes.
La autolesión aprendida o “copiada”
También hay que mencionar la autolesion aprendida o “copiada” ya que en algunas ocasiones los jóvenes se lesionan porque lo han visto en una película o se lo han escuchado a un amigo. En estos casos, aunque si se puede considerar una autolesion, los motivos difieren enormemente de los casos mencionados anteriormente. Cuando es algo aprendido, el sujeto puede estar buscando un referente que le permita pertenecer a algo, identificarse con alguien. De esta forma puede ser, además de una señal de identidad para el que la busca y no la tiene bien definida, una manera de pedir ayuda y de mostrar la necesidad de ser atendido, pero no es una estrategia de afrontamiento ni una forma de regular emociones intolerables. De hecho, es probable que el sujeto que “aprende” a cortarse, en lugar de alivio, experimente dolor y que por esto sea un episodio puntual sin grandes posibilidades de repetirse. Sin embargo, la persona que recurre a la autolesión como estrategia tendera a repetirlo, ya que este comportamiento le ayuda a “sentirse mejor”.
La autolesión como sensación de control sobre uno mismo y el entorno
Los niños pequeños tienen un concepto de la propiedad muy desarrollado, al mismo tiempo que poco delimitado, generalizado y difuso; “todo es suyo” y lo que no lo es lo hacen suyo. Dentro de estas “propiedades” entraría su cuerpo, aunque no por ello tengan que lesionarlo ni mucho menos. Sin embargo cuando un niño sufre abusos se le priva de esto, el cuerpo deja de ser suyo en exclusiva y se convierte en algo que puede ser percibido como ajeno e incluso un objeto de odio, pues es “el culpable” de su propio sufrimiento. En otros casos, aunque el niño no sufra abusos, si se cría en un entorno muy controlador en el que su intimidad no se respeta, sus sentimientos no son validados y sus necesidades no son atendidas, puede sentir que lo único que es capaz de controlar es su propio cuerpo. No es la norma general, pero en algunas ocasiones las personas se lesionan porque es algo o lo único que depende exclusivamente de ellos y no de los demás.
La autolesión como castigo
Cuando una persona se siente mal por alguna actividad que realizo, necesita castigarse. En algunos casos lo puede hacer humillándose, disculpándose una y otra vez por cosas que no ha hecho y/o estando a merced de las necesidades de los que la rodean. En otros, cuando esto ya no funciona porque “no es suficiente”, la persona necesita ir más allá: recurrir al castigo. En estos casos si siente dolor con las lesiones, pero es mejor tolerado que los pensamientos y sentimientos horribles de “ser malo” que general la culpa.
La autolesión y la ira
Por lo general el primer incidente comienza con sentimientos muy fuertes de enfado, ansiedad y miedo. Si el sentimiento no es demasiado intenso la persona puede arrojar un objeto, romper algo y quedarse tranquila, pero si se hace demasiado intenso (y en el caso de la ira reprimida suele haber un efecto acumulativo) la persona puede golpearse y hacerse daño. A partir de aquí, si se siente más tranquila y menos tensa, la probabilidad de que repita el comportamiento se incrementara y con esto el método que le ayude a liberar mejor esta tensión que siente como consecuencia de la ira. Así una persona puede haber empezado rompiendo cosas para posteriormente darse cabezazos o golpes y finalmente encontrar que con un objeto punzante y afilado o un mechero consigue su propósito: tolerar mejor esta emoción y poder manejarla. De esta forma, cuando la persona sienta ira recurrirá a esta conducta y se sentirá mejor, sin ser consciente de que es una medida temporal que soluciona lo que siente a corto plazo pero que no le ayuda a largo plazo, pues no solo no aprende nuevas alternativas que le ayuden a manejar y tolerar sus emociones para situaciones posteriores, sino que tampoco está resolviendo los conflictos que estas le generan y está reforzando la agresión como estrategia de afrontamiento. Es decir, el alivio inmediato refuerza esta reacción desadaptativa y no permite que la persona adquiera recursos que funcionen a corto y largo plazo.
La autolesión y responsabilidad
Cuando pienso en las personas que se autolesionan porque se sienten culpables o porque no saben canalizar su enfado, me llama la atención que tiendan a asumir responsabilidad por todo, como si todo girase en torno a ellos: «Ha pasado esto porque yo no hice lo otro», «Soy patético», «Si no hubiese protestado no se habrían disgustado», «Tengo que hacer que se sienta mejor» . .. Resulta curioso cómo las buenas intenciones y la preocupación por los demás se convierte en el motivo por el que necesitan hacerse daño. Quizás el sentimiento de culpa es el de mayor peso para muchas de estas personas aunque, la ira reprimida también tiene un peso importante. Por supuesto, hay otros aspectos que resultan perjudiciales y que van unidos a la culpa: la sensación de incomprensión y «desastre», «de no hacer nada bien» y la tendencia a depender de la opinión de los demás para valorarse o para valorar lo que hacen.
Muchas de estas personas quieren agradar a los que les rodean y cuando no lo consiguen se sienten mal, se dispara la culpa y la sensación de responsabilidad. En muchos casos no dicen lo que les hace daño o les hace sentir mal por miedo a que se enfaden con ellos o por temor a la reacción de la otra persona. Este es uno de los motivos que hace que acumulen y lo expresen de repente pero de una manera inapropiada, incluso ofensiva, que hará que posteriormente se sientan fatal, corroborando que es mejor no decir lo que sienten. En ambos casos (callar y acumular o explotar verbalmente) la persona suele acabar recurriendo a la lesión como reguladora de la situación.
Objetivos Terapéuticos
El principal objetivo será conseguir el establecimiento de una alianza, transmitir esperanza y comprensión al paciente, pues, aunque esto es necesario en todos los casos, cuando una persona se avergüenza de sí misma y de sus conductas es mucho más importante y relevante. Que el paciente sepa que puede mostrarse tal y como es, que puede hablar abiertamente de sus comportamientos y de sus sentimientos genera confianza y seguridad, tranquilidad. Conseguido esto, uno de los objetivos es lograr que la persona comprenda sus patrones de respuesta, que aprenda a identificar las emociones que los pueden desencadenar y a expresar lo que siente de una manera más efectiva y menos dañina.
Además, será necesario que la persona desaprenda una serie de conductas (recurrir a la acción impulsiva) y aprenda nuevas reacciones y formas de actuar que le permitan tolerar sus emociones y expresarlas de una manera adaptativa.
Una manera de hacerlo es ayudarla a expresarse verbalmente o por escrito. Otra opción a la que se puede recurrir cuando tiene dificultades muy grandes es la expresión artística, la expresión de las emociones mediante dibujos, pues, en los casos de mucha intensidad emocional, el trabajo visual puede ser mucho más llevadero para el paciente. Evidentemente, para que esto sea viable, será necesario realizar un trabajo previo o, como mínimo, paralelo de identificación de emociones.
Recomendaciones Terapéuticas
- Familiarizarse con el patrón de comportamiento asociado a la autolesión. Para esto puede ser útil preguntar cuándo, cómo, dónde, por qué, con qué y para qué.
- Averiguar el patrón de las autolesiones (organizado, desorganizado, premeditado, impulsivo).
- Si utiliza objetos para lesionarse, averiguar el/los que utiliza, cómo lo/s consigue, si lo/s limpia y/o desinfecta, dónde lo/s suele guardar, qué significado tiene/n si es que lo tiene/n, motivos por el/los que lo/s ha seleccionado inicialmente y en la actualidad.
- Profundizar en el contexto (lugar privado, público…).
- Averiguar si se suele autolesionar a solas o si alguna vez lo ha hecho en presencia y/o compañía de otra/s persona/s.
- Explorar el alcance de la lesión así como los lugares del cuerpo que el paciente suele lesionar, para que pida ayuda médica cuando la situación lo requiera (algunos cortes necesitan puntos y difícilmente se curaran sin una intervención; si el paciente no acude al médico pueden surgir otros problemas, por ejemplo, infecciones que en casos extremos pueden tener un desenlace muy negativo, como la amputación de un pie o una mano).
- Qué siente antes, durante y después de la autolesión. Ayudar al paciente a identificar los diferentes estados emocionales que preceden y siguen a cada episodio.
- Diferenciar entre autolesiones e intentos de suicidio; son aspectos muy diferentes, con motivaciones diferentes y han de ser tratados de manera específica cada uno.
- Averiguar posibles desencadenantes para la autolesión con la intención de facilitar y proponer alternativas más adaptativas a corto y largo plazo.
- Averiguar cómo «conviven» con sus lesiones: ¿las ocultan?, ¿se avergüenzan?, ¿las enseñan?, ¿alardean?; esto aportará información significativa sobre la motivación y el «para qué» de la conducta.
- Atacar el pensamiento dicotómico, ayudar al paciente a situarse en posiciones intermedias y a ampliar la visión global de diferentes situaciones.
- Ayudar al paciente a identificar las respuestas emocionales que presenta y cómo su manera de percibir y de interpretar diferentes situaciones puede influir en estas respuestas.
- Ayudarle a verbalizar diferentes estados emocionales con el fin de que pueda expresar lo que siente con palabras y, sobre todo, identificar las sensaciones que solían acabar con una autolesión.
- Hacer sugerencias que el paciente pueda llevar a la práctica para manejar el sufrimiento emocional.
- Establecer planes alternativos de actuación para situaciones críticas que suelen «activar» al paciente y hacer que piense en la autolesión (independientemente de los motivos por los que el paciente piense en lesionarse pues conviene recordar que algunos lo hacen para sentir alivio, otros para «volver a la realidad», otros para sentirse vivos y otros para «recibir su merecido»).
- Evitar reacciones de alarma excesivas, mantener la calma y centrarse en soluciones, independientemente de la gravedad de la conducta y/o de la lesión.
- Profundizar en los motivos que preceden a cada episodio autolesivo sin entrar en preguntas que puedan parecer morbosas para el paciente. Es importante profundizar y mostrar interés sin resultar invasivo o falto de tacto.
Por supuesto, es muy importante no juzgar el comportamiento del paciente e intentar comprender lo que siente y los motivos que le llevan a actuar de una manera tan destructiva. También es importante recordar que esta puede ser la manera, su manera, de hacer frente al dolor y de tolerarlo. Otro aspecto a manejar por parte del terapeuta es el lenguaje verbal y no verbal: lo que decimos es importante, al igual que el tono y el momento en el que lo decimos, pero los gestos que acompañan a nuestras palabras son igual de importantes, e incluso más, pues unas palabras de apoyo acompañadas de un tono crítico o de un gesto de desaprobación no servirán de nada.
Para finalizar, hemos de comentar que, aunque algunas lesiones son muy impactantes y la posibilidad de visualizarlas generará reacciones muy diversas en cada persona, es importante recordar que el paciente se puede sentir muy mal si percibe gestos de desaprobación, disgusto o asco (aunque son algunas reacciones frecuentes por parte del personal sanitario cuando se encuentra con un primer caso).
Bibliografía
Mosquera, D., (2008). La Autolesión: El Lenguaje del Dolor, Madrid, España: Ediciones Pleyades
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